¿Qué es la reflexología?
Por reflexología se entiende el masaje de determinadas zonas de los pies, las manos, o incluso las orejas, como alivio para dolencias diversas. La técnica de reflexología se basa en la idea de que cada uno de estos puntos sobre los que se aplica el masaje tiene una relación directa con una parte concreta del cuerpo de la que es su reflejo. De ahí el nombre de la técnica.
La forma más conocida de reflexología es la llamada reflexología podal y trabaja sobre los pies del paciente.
En este tipo de reflexología, reflexología podal, se establece una relación directa entre cada zona del pie y los diferentes órganos del cuerpo. Por tanto aquellos que practican la reflexología podal afirman que masajeando, estimulando, estas zonas del pie pueden aliviarse, o incluso curarse, determinadas dolencias y enfermedades.
El masaje consiste en realizar una suave presión, generalmente con los pulgares, al tiempo que se imprime un movimiento circular, o giratorio, al masaje. Durante el masaje conviene que el pie del paciente se encuentre sobre las rodillas del masajista para que este pueda trabajar sin estorbos, por lo que generalmente suele ser más cómodo para el paciente que éste se encuentre tumbado de espaldas.
Hay que tener en cuenta que la reflexología, como muchas otras, es una técnica muy discutida hoy en día. No son pocas las voces que afirman que su utilidad no va más allá de un agradable y relajante masaje. Por ello deberemos acercarnos a esta terapia natural con cierta cautela, y sobre todo nunca debe sustituir al tratamiento prescrito por la medicina convencional.
sábado, 7 de mayo de 2011
viernes, 29 de abril de 2011
El Guía
Relato Breve
Pablo Borghini
Espero que el frío no se adueñe de vuestra alma como lo hizo de la mía. Esta historia, que les voy a contar puede ser algo irreal, o talvez poco creíble. Pero puedo jurarles que fue cierta. Además de asegurarles que ni lo estoy, ni estuve demente, por lo menos no mas de lo que pueda estar cualquiera de vosotros. Aconteció hace algún tiempo atrás, pero aún hoy al recordarla cierto escalofrío recorre mi cuerpo, adueñándose como entonces de mi ser. Por eso he decidido contarla para exorcizar de mi los malos recuerdos. O por lo menos intentarlo. Entremos al fin en la historia que hoy nos reúne frente a estas letras.
Era una fría mañana de invierno, en el hemisferio norte, febrero para ser mas exacto. En la ciudad gallega de la Coruña. Como todos los días me prepare para salir a trabajar, con algo de pereza. Tome un baño rápido y salí a la calle dispuesto con algo de humor, a enfrentarme a la rutina. Lo que sucedió después o mejor dicho lo que recuerdo lo expondré de la forma más clara posible. Todo, pareció borrarse…
Abrí mis ojos. Adormecido, vi la luna redonda, blanca. Me observaba, y yo a ella. El frío que entumecía mi cuerpo, me hizo levantarme. La noche invadía todos los rincones. ¿Dónde estoy? Me pregunte aturdido.
Estaba mojado, cubierto de hojas. Amague unos pasos. Las ramas de un árbol se habían enganchado en mi jersey impidiéndome avanzar y tirándome nuevamente al suelo frío. El miedo comenzó a caminar por mis venas. La boca seca. Dificultaba el paso de la saliva. Solo veía oscuridad a mi alrededor, no tenía idea de donde estaba. Me levante nuevamente he intente ver mas allá de los árboles, pero nada veía. Quieto como una estatua de piedra, silencie mi respiración. Tratando de agudizar mi sentido auditivo, pero no escuche nada.
Presa del pánico comencé a correr, sin dirección ninguna. Comprobando que había sido una mala idea, al volver a caerme unos pocos metros mas allá enganchado en otras ramas. Sentí como una entraba en mi carne y hería mi cara. Pero no dolía. Aún tirado en el suelo, percibí movimientos no muy lejos de donde me encontraba.
Alerta, escuche como otras ramas y hojas se quebraban a poca distancia de donde yo estaba. Ya no sentía el frío, no sentía dolor. Una extraña sensación de que me observaban comenzó a germinar en mi cabeza, haciéndose sitio junto al miedo que reinaba hasta ese momento en mi mente frente a cualquier pensamiento. Solo buscaba un lugar por donde abandonar lo antes posible aquella ubicación. Me quede nuevamente quieto. Escuchando.
Un leve crujir, a mi derecha, me hizo girarme bruscamente. Mi respiración era cada vez mas acelerada, aunque intentaba casi sin resultado que no se escuchara. Nada, no veía nada. Otro sonido un poco mas atrás ya desquicio mis nervios. Me coloque en cuatro patas, dispuesto en un ataque de locura, a saltar hacia el ruido. Mire entrecerrando los ojos como si eso me permitiera ver mas allá.
Mientras la luna observaba, dando algo de luz a aquel siniestro escenario.
En cuatro patas, observando y escuchando, volví a sentir un crujir, de ramas y hojas, confirmando que no estaba solo en ese monte. Pude dirigir mi vista hacia donde nacía el ruido. Y observe, con tanto detenimiento y atención que no vi ni escuche nada mas. Hasta que no muy lejos de donde me encontraba divise una silueta. Se me helo la sangre, y mi corazón comenzó a bombear a una velocidad que podía percibirlo en mi pecho. Todas las ideas murieron en ese momento. Solo, seguí mirando quieto, muy quieto. Mire fijamente hacia donde se veía la silueta. Recordé que estaba en cuatro patas, y la silueta parecía tener mi misma altura. Estaba tan inmóvil como yo. Pero por lo que veía era de una estatura muy pequeña.
Comenzaron a surgir todas juntas, locas posibilidades de huida.
En el cielo, la luna se conjuro con la sombra, y desaparecieron ambas por un momento. La luna tapada por una nube, que odie, y la sombra perdida en las penumbras de una noche sin luz.
Mire todo lo lejos que permitieron mis ojos, nada vi. Espere agazapado como un gato, a que la luna se dignara a prestarme su luz. Así lo hizo después de un rato que me pareció una vida. Aquella extraña silueta estaba allí pero algo mas lejos. Me moví avanzando unos pasos, manteniéndome en cuatro patas.
Sin saber porque avance hacia la sombra. Divise en el centro, de aquel cuerpo, una diminuta lucecita, que parpadeaba a una velocidad irregular. La mire fijamente, y mi corazón recobro lentamente su ritmo habitual. La respiración, comenzó a hacerse mas lenta y algo de calma llegó a mi cerebro. La sombra enana comenzó a moverse lentamente hacia adelante, y yo seguí sus pasos siempre agachado, enganchándome en ramas que parecían afiladas dagas preparadas para hacerme daño.
Así avance siguiendo el camino que trazaba aquel extraño ser, sin percibir ni intuir nada mas que aquel camino que recorría. Sin certeza ninguna. Pero con seguridad abrumadora continué avanzando. A unos cuantos pasos de mi la sombra continuaba lentamente su camino, o el mío. Muchas veces debía parar para apartar arbustos y hojas que no me permitían avanzar, pero nunca perdía de vista el titilar de aquella lucecita enclavada en la sombra. No se cuanto tiempo camine así, como un animal en cuatro patas. Llegamos a una carretera, el frío hacia de mis dientes castañuelas. Estaba empapado. Me erguí algo mareado, intente caminar, pero no lograba estar derecho, los pies no me respondían. El ruido de un motor me hizo despertar de pronto de aquel extraño trance, olvidando todo, corrí hacia el ruido, arrastrándome como pude. De un coche patrulla de la policía de Santiago de Compostela provenía el sonido, que para mí fue un coro de ángeles. Creo que se asustaron tanto como yo al verme surgir de la noche. Los recuerdos se mezclan un poco, luego de encontrarlos. Estaba muy lastimado, El frío me había dejado los pies entumecidos. Se que me preguntaron donde vivía, la verdad no lo recordaba. Subí al coche y me llevaron a la delegación mas cercana.
Estuve tres días desaparecido, y aún hoy el único recuerdo cierto es el que les acabo de contar. Mi familia me busco, y supe, porque tenia un pasaje en mi ropa que estuve en Madrid, aunque aparecí en un monte cerca de la ciudad de Santiago de Compostela. ¿Quién era la silueta que vi, y me guió hasta la carretera? No lo sé ¿Qué me sucedió ? Tampoco lo sé. Si tuve un diagnóstico y lo caratularon con nombre y apellido. Aunque realmente no me han convencido. Lo único que sé con certeza, es que si no hubiese salido de ese monte, no estaría contando esta historia, pues el frío y la lluvia esos días fueron intensos.
Aquel despertar helado de una noche incierta, sigue en mí pues lamentablemente lo revivo cada noche que me entrego al sueño. Pero debo dar las gracias a mi duende, que me permite hoy contarlo calentito en mi cama. Y que me mostró el camino de regreso. Afuera, la lluvia cae, con fuerza en otro intenso invierno del norte… Gracias.
11 de julio de 2010.
Montevideo.
Pablo Borghini
Espero que el frío no se adueñe de vuestra alma como lo hizo de la mía. Esta historia, que les voy a contar puede ser algo irreal, o talvez poco creíble. Pero puedo jurarles que fue cierta. Además de asegurarles que ni lo estoy, ni estuve demente, por lo menos no mas de lo que pueda estar cualquiera de vosotros. Aconteció hace algún tiempo atrás, pero aún hoy al recordarla cierto escalofrío recorre mi cuerpo, adueñándose como entonces de mi ser. Por eso he decidido contarla para exorcizar de mi los malos recuerdos. O por lo menos intentarlo. Entremos al fin en la historia que hoy nos reúne frente a estas letras.
Era una fría mañana de invierno, en el hemisferio norte, febrero para ser mas exacto. En la ciudad gallega de la Coruña. Como todos los días me prepare para salir a trabajar, con algo de pereza. Tome un baño rápido y salí a la calle dispuesto con algo de humor, a enfrentarme a la rutina. Lo que sucedió después o mejor dicho lo que recuerdo lo expondré de la forma más clara posible. Todo, pareció borrarse…
Abrí mis ojos. Adormecido, vi la luna redonda, blanca. Me observaba, y yo a ella. El frío que entumecía mi cuerpo, me hizo levantarme. La noche invadía todos los rincones. ¿Dónde estoy? Me pregunte aturdido.
Estaba mojado, cubierto de hojas. Amague unos pasos. Las ramas de un árbol se habían enganchado en mi jersey impidiéndome avanzar y tirándome nuevamente al suelo frío. El miedo comenzó a caminar por mis venas. La boca seca. Dificultaba el paso de la saliva. Solo veía oscuridad a mi alrededor, no tenía idea de donde estaba. Me levante nuevamente he intente ver mas allá de los árboles, pero nada veía. Quieto como una estatua de piedra, silencie mi respiración. Tratando de agudizar mi sentido auditivo, pero no escuche nada.
Presa del pánico comencé a correr, sin dirección ninguna. Comprobando que había sido una mala idea, al volver a caerme unos pocos metros mas allá enganchado en otras ramas. Sentí como una entraba en mi carne y hería mi cara. Pero no dolía. Aún tirado en el suelo, percibí movimientos no muy lejos de donde me encontraba.
Alerta, escuche como otras ramas y hojas se quebraban a poca distancia de donde yo estaba. Ya no sentía el frío, no sentía dolor. Una extraña sensación de que me observaban comenzó a germinar en mi cabeza, haciéndose sitio junto al miedo que reinaba hasta ese momento en mi mente frente a cualquier pensamiento. Solo buscaba un lugar por donde abandonar lo antes posible aquella ubicación. Me quede nuevamente quieto. Escuchando.
Un leve crujir, a mi derecha, me hizo girarme bruscamente. Mi respiración era cada vez mas acelerada, aunque intentaba casi sin resultado que no se escuchara. Nada, no veía nada. Otro sonido un poco mas atrás ya desquicio mis nervios. Me coloque en cuatro patas, dispuesto en un ataque de locura, a saltar hacia el ruido. Mire entrecerrando los ojos como si eso me permitiera ver mas allá.
Mientras la luna observaba, dando algo de luz a aquel siniestro escenario.
En cuatro patas, observando y escuchando, volví a sentir un crujir, de ramas y hojas, confirmando que no estaba solo en ese monte. Pude dirigir mi vista hacia donde nacía el ruido. Y observe, con tanto detenimiento y atención que no vi ni escuche nada mas. Hasta que no muy lejos de donde me encontraba divise una silueta. Se me helo la sangre, y mi corazón comenzó a bombear a una velocidad que podía percibirlo en mi pecho. Todas las ideas murieron en ese momento. Solo, seguí mirando quieto, muy quieto. Mire fijamente hacia donde se veía la silueta. Recordé que estaba en cuatro patas, y la silueta parecía tener mi misma altura. Estaba tan inmóvil como yo. Pero por lo que veía era de una estatura muy pequeña.
Comenzaron a surgir todas juntas, locas posibilidades de huida.
En el cielo, la luna se conjuro con la sombra, y desaparecieron ambas por un momento. La luna tapada por una nube, que odie, y la sombra perdida en las penumbras de una noche sin luz.
Mire todo lo lejos que permitieron mis ojos, nada vi. Espere agazapado como un gato, a que la luna se dignara a prestarme su luz. Así lo hizo después de un rato que me pareció una vida. Aquella extraña silueta estaba allí pero algo mas lejos. Me moví avanzando unos pasos, manteniéndome en cuatro patas.
Sin saber porque avance hacia la sombra. Divise en el centro, de aquel cuerpo, una diminuta lucecita, que parpadeaba a una velocidad irregular. La mire fijamente, y mi corazón recobro lentamente su ritmo habitual. La respiración, comenzó a hacerse mas lenta y algo de calma llegó a mi cerebro. La sombra enana comenzó a moverse lentamente hacia adelante, y yo seguí sus pasos siempre agachado, enganchándome en ramas que parecían afiladas dagas preparadas para hacerme daño.
Así avance siguiendo el camino que trazaba aquel extraño ser, sin percibir ni intuir nada mas que aquel camino que recorría. Sin certeza ninguna. Pero con seguridad abrumadora continué avanzando. A unos cuantos pasos de mi la sombra continuaba lentamente su camino, o el mío. Muchas veces debía parar para apartar arbustos y hojas que no me permitían avanzar, pero nunca perdía de vista el titilar de aquella lucecita enclavada en la sombra. No se cuanto tiempo camine así, como un animal en cuatro patas. Llegamos a una carretera, el frío hacia de mis dientes castañuelas. Estaba empapado. Me erguí algo mareado, intente caminar, pero no lograba estar derecho, los pies no me respondían. El ruido de un motor me hizo despertar de pronto de aquel extraño trance, olvidando todo, corrí hacia el ruido, arrastrándome como pude. De un coche patrulla de la policía de Santiago de Compostela provenía el sonido, que para mí fue un coro de ángeles. Creo que se asustaron tanto como yo al verme surgir de la noche. Los recuerdos se mezclan un poco, luego de encontrarlos. Estaba muy lastimado, El frío me había dejado los pies entumecidos. Se que me preguntaron donde vivía, la verdad no lo recordaba. Subí al coche y me llevaron a la delegación mas cercana.
Estuve tres días desaparecido, y aún hoy el único recuerdo cierto es el que les acabo de contar. Mi familia me busco, y supe, porque tenia un pasaje en mi ropa que estuve en Madrid, aunque aparecí en un monte cerca de la ciudad de Santiago de Compostela. ¿Quién era la silueta que vi, y me guió hasta la carretera? No lo sé ¿Qué me sucedió ? Tampoco lo sé. Si tuve un diagnóstico y lo caratularon con nombre y apellido. Aunque realmente no me han convencido. Lo único que sé con certeza, es que si no hubiese salido de ese monte, no estaría contando esta historia, pues el frío y la lluvia esos días fueron intensos.
Aquel despertar helado de una noche incierta, sigue en mí pues lamentablemente lo revivo cada noche que me entrego al sueño. Pero debo dar las gracias a mi duende, que me permite hoy contarlo calentito en mi cama. Y que me mostró el camino de regreso. Afuera, la lluvia cae, con fuerza en otro intenso invierno del norte… Gracias.
11 de julio de 2010.
Montevideo.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
¿No es la vida cien veces demasiado breve para aburrirnos?
Receta contra el aburrimiento
- Deshazte de todos los compromisos que, siendo innecesarios, no aportan más que hastío o malhumor a tu vida.
- Aléjate paulatinamente de todas aquellas personas que se quejan constantemente y no cuentan nunca nada que realmente interese.
- Plantéate si tu trabajo es suficientemente excitante para ti o si tienes la posibilidad de desempeñar otra profesión más motivadora.
- Recupera viejos proyectos que siempre quisiste hacer, aprender un idioma, tocar un instrumento, entrar a una compañia de teatro, y que hasta ahora no has llevado a cabo.
- Cambia las rutinas que han regido tu vida los últimos años. ¡Aunque solo sea para experimentar!
- Frecuenta otros ambientes donde puedas encontrar gente nueva.
- Proponte hacer cada día al menos una cosa que te enseñe algo que no sabías
- Entrégate de vez en cuando a alguna locura.
- Deshazte de todos los compromisos que, siendo innecesarios, no aportan más que hastío o malhumor a tu vida.
- Aléjate paulatinamente de todas aquellas personas que se quejan constantemente y no cuentan nunca nada que realmente interese.
- Plantéate si tu trabajo es suficientemente excitante para ti o si tienes la posibilidad de desempeñar otra profesión más motivadora.
- Recupera viejos proyectos que siempre quisiste hacer, aprender un idioma, tocar un instrumento, entrar a una compañia de teatro, y que hasta ahora no has llevado a cabo.
- Cambia las rutinas que han regido tu vida los últimos años. ¡Aunque solo sea para experimentar!
- Frecuenta otros ambientes donde puedas encontrar gente nueva.
- Proponte hacer cada día al menos una cosa que te enseñe algo que no sabías
- Entrégate de vez en cuando a alguna locura.
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viernes, 10 de septiembre de 2010
viernes, 23 de julio de 2010
¿Quién es Carlos Castaneda?
Biografía
Castaneda fue un personaje que cultivó el misterio y el suspense durante toda su vida, y por no saberse no se conoce exactamente ni la fecha ni el lugar en qué nació (Perú, Brasil, 1925, 1935?...).
Lo único que se sabe del cierto es que se trasladó a California para cursar estudios de antropología en la Universidad de Los Ángeles, y que allí conoció a un indio yaqui al que habían invitado a dar unas charlas. Más tarde empezó a publicar unos libros que se movían entre la antropología, el chamanismo y el realismo mágico, alcanzando tras su publicación inmensas cotas de popularidad, controversia, admiración y polémica. Lo demás forma parte de las diversas leyendas que sobre este personaje han circulado. Y es una de estas leyendas en la que nos basaremos para bosquejar una aproximación a su biografía literaria.
El indio yaqui -que más tarde ser convertiría el popular protagonista de los libros de Castaneda, don Juan-, había sido invitado a la universidad estadounidense por una profesora que por aquél entonces era compañera de Castaneda. Al no hablar el inglés, fue invitado a hospedarse en la casa de Castaneda, que le serviría de interprete, y entre ambos surgió una relación más próxima que la de un alumno y un conferenciante.
Sin tener los estudios terminados Castaneda empezó a barajar la posibilidad de realizar estudio de campo con don Juan, en México. Alentado en la empresa por un profesor, y con el ánimo de estudiar el chamanismo desde dentro -no necesariamente desde los parámetros académicos de la antropología-, se lanzó en su intento.
La leyenda sigue, y dice que don Juan, al regresar a su tierra, fue muerto -según se cuenta como represalia por haber revelado secretos de su cultura al hombre blanco. Así, cuando Castaneda bajó a México para dar con él, sus planes quedaron parcialmente truncados. Pero siendo la lectura una de las grandes aficiones de Castaneda, mundo que le apasionaba hasta consumirle, se empapó de libros de antropología, antiguas culturas, chamanismo y mitología que encontró por las bibliotecas de diversas ciudades latinoamericanas. Y a partir de ahí emprendiendo un trabajo que llegaría a ser conocido en el mundo entero, y que es una mezcla del 'antropólogo inocente' que a va a estudiar con un indio ignorante, y que acaba siendo él mismo el investigado, hasta llegar a emprender el arduo camino de convertirse en 'hombre de conocimiento'.
Aunque el origen de los libros de Castaneda seguirá siendo siempre un misterio, no puede negarse que el autor tenía un conocimiento notable de los estados alterados de consciencia, de los efectos de las plantas visionarias y de formas de pensar de las culturas arcaicas del continente americano. Además, su habilidad con la pluma, los apuntes psicológicos de los personajes que desfilan por sus libros, la capacidad para mantener en vilo al lector, y el acierto de contactar con los desvelos e intereses de una época, acabaron por dar en el clavo y convertir su obra en un punto de referencia.
Para acabar, mencionar que el personaje descrito por Castaneda no es un chamán en el sentido tradicional del término -o sea, una persona que se dedica a realizar sesiones en bien de la comunidad, o para sanar-, sino que representa una 'persona de conocimiento' que sigue su propio camino personal para descubrir y entrenarse, empleando plantas u otras técnicas, en su relación con el mundo, con su parte invisible y misteriosa.
Castaneda fue un personaje que cultivó el misterio y el suspense durante toda su vida, y por no saberse no se conoce exactamente ni la fecha ni el lugar en qué nació (Perú, Brasil, 1925, 1935?...).
Lo único que se sabe del cierto es que se trasladó a California para cursar estudios de antropología en la Universidad de Los Ángeles, y que allí conoció a un indio yaqui al que habían invitado a dar unas charlas. Más tarde empezó a publicar unos libros que se movían entre la antropología, el chamanismo y el realismo mágico, alcanzando tras su publicación inmensas cotas de popularidad, controversia, admiración y polémica. Lo demás forma parte de las diversas leyendas que sobre este personaje han circulado. Y es una de estas leyendas en la que nos basaremos para bosquejar una aproximación a su biografía literaria.
El indio yaqui -que más tarde ser convertiría el popular protagonista de los libros de Castaneda, don Juan-, había sido invitado a la universidad estadounidense por una profesora que por aquél entonces era compañera de Castaneda. Al no hablar el inglés, fue invitado a hospedarse en la casa de Castaneda, que le serviría de interprete, y entre ambos surgió una relación más próxima que la de un alumno y un conferenciante.
Sin tener los estudios terminados Castaneda empezó a barajar la posibilidad de realizar estudio de campo con don Juan, en México. Alentado en la empresa por un profesor, y con el ánimo de estudiar el chamanismo desde dentro -no necesariamente desde los parámetros académicos de la antropología-, se lanzó en su intento.
La leyenda sigue, y dice que don Juan, al regresar a su tierra, fue muerto -según se cuenta como represalia por haber revelado secretos de su cultura al hombre blanco. Así, cuando Castaneda bajó a México para dar con él, sus planes quedaron parcialmente truncados. Pero siendo la lectura una de las grandes aficiones de Castaneda, mundo que le apasionaba hasta consumirle, se empapó de libros de antropología, antiguas culturas, chamanismo y mitología que encontró por las bibliotecas de diversas ciudades latinoamericanas. Y a partir de ahí emprendiendo un trabajo que llegaría a ser conocido en el mundo entero, y que es una mezcla del 'antropólogo inocente' que a va a estudiar con un indio ignorante, y que acaba siendo él mismo el investigado, hasta llegar a emprender el arduo camino de convertirse en 'hombre de conocimiento'.
Aunque el origen de los libros de Castaneda seguirá siendo siempre un misterio, no puede negarse que el autor tenía un conocimiento notable de los estados alterados de consciencia, de los efectos de las plantas visionarias y de formas de pensar de las culturas arcaicas del continente americano. Además, su habilidad con la pluma, los apuntes psicológicos de los personajes que desfilan por sus libros, la capacidad para mantener en vilo al lector, y el acierto de contactar con los desvelos e intereses de una época, acabaron por dar en el clavo y convertir su obra en un punto de referencia.
Para acabar, mencionar que el personaje descrito por Castaneda no es un chamán en el sentido tradicional del término -o sea, una persona que se dedica a realizar sesiones en bien de la comunidad, o para sanar-, sino que representa una 'persona de conocimiento' que sigue su propio camino personal para descubrir y entrenarse, empleando plantas u otras técnicas, en su relación con el mundo, con su parte invisible y misteriosa.
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