domingo, 27 de marzo de 2016

Biodescodificación

La Biodescodificación es una de las propuestas curativas naturales más novedosas y efectivas para realmente ayudar al cuerpo a recobrar la salud. Por medio de este método se nos enseña a escuchar el cuerpo, es decir, la biología, el síntoma, la afección, molestia o impedimento, etc. el cual será la guía principal por medio de la cual el terapeuta se guiara para iniciar un proceso curativo profundo y efectivo que tiene la intención de erradicar la causa más arraigada que está generando la enfermedad.



¿Cómo se lleva a cabo la terapia de Biodescodificación?

Las células de nuestro cuerpo simplemente contienen información. Esta información proviene en cada persona de la herencia y de la vida de la persona, de lo que sabe, siente y vive. Cada célula esta codificada con dicha información la cual activa su funcionamiento y provoca que nuestras células, tejidos, y sistemas se comporten de determinada forma. La biodescodificación consiste en activar nuevos códigos en las células para que estas recobren un comportamiento saludable y armónico.  

¿Por qué nos enfermamos?


La perspectiva del método de biodescodificación nos habla de la enfermedad como la consecuencia de nuestra forma de pensar y actuar en la vida.Nuestras perspectivas personales crean códigos en nuestras células los cuales provocan que el cuerpo manifieste ya sea salud o enfermedad. Podríamos resumir un poco diciendo que, si tenemos pensamientos o formas de ver la vida limitadas o poco conscientes, la enfermedad se manifestara con más viabilidad.
Una de las cuestiones que más afecta el comportamiento de nuestras células son las emociones y las reacciones que tenemos ante las circunstancias de la vida. Si resumiéramos en una palabra lo que significa nuestra perspectiva y modo de ver la vida, diríamos que es mera información que hemos aceptado como verdad y la cual programa nuestra forma de reaccionar. Lo esencial para el terapeuta de biodescodificación es acompañar a la persona a que analice, sentimientos, actitudes o reacciones, formas de ver y sentir la vida que están ocultos, que pueden estar provocando la enfermedad.
La cura en la terapia de Biodescodificación

Por lo general, estamos acostumbrados a buscar la solución a nuestros problemas en un lugar consiente, tratamos de arreglar las enfermedades con una forma limitada de ver. Para realmente iniciar un proceso curativo se propone entrar más allá de nuestro consciente y llegar a esa parte de nosotros ignorada o inconsciente, pero que influye poderosamente en nosotros.

La clave de la curación

Uno de los principios fundamentales del método de Biodescodificación es que el terapeuta acompañe a la persona enferma para que esta pueda hablar y expresar emociones y sentimientos ocultos, al tiempo que hace consciente aquello de lo que justamente no quiere hablar.  Las soluciones a los problemas de salud se hallan en aquello que el paciente no puede enfrentar o que ha pasado como algo desapercibido o poco importante.
La terapia de Biodescodificación intenta llevar a la persona a los lugares oscuros que ella no puede recorrer ya sea porque no tiene la herramienta para entrar y enfrentarlos, por miedo, por un mecanismo de defensa, por una manera de racionalizar superficial, etc. Y esta es la función del terapeuta, ser paciente, acompañar a la persona en su maduración emocional para enfrentar diversas situaciones que pueden estarle afectando ya sea en este momento o tiempo atrás.

¿Cómo se Biodescodificaria, por ejemplo, un problema de estómago?


El terapeuta analizara cual puede ser la información oculta que el paciente no ve y la cual provocaría el problema de estómago. En este caso, la primera pregunta podría ser: ¿Cuándo sucedió el dolor por primera vez? O ¿Cuándo fue que empezó con problemas de estómago? Mediante las respuestas del paciente el terapeuta se podrá dar una idea de que situación provoco el shock en la persona para desatar la enfermedad. Luego entonces, mediante una serie de preguntas que harán al paciente reflexionar, la persona podrá ir expresando sentimientos guardados o no reconocidos que pudieran estar guardando.
Un ejemplo seria un mesero que trabaja mucho para ganarse buenas propinas y con frecuencia no sucede esto. El piensa que debe ser paciente y sigue trabajando sin tener buena propina. El mesero no se atreve a reconocer que en verdad le molesta no estar siendo reconocido y no puede “digerir” la idea de que no se le aprecie o reconozca su labor. Y entonces genera dolores estomacales frecuentes o empachos, los cuales hablan de que no está “asimilando” la experiencia de la realidad.

Información adquirida de la página www.biomanatial.com


miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL PAQUETE DE GALLETAS.



Seguimos con los relatos cortos como lo venimos haciendo desde hace algunas publicaciones.




Había una vez una señora que debía viajar en tren.
Cuando la señora llegó a la estación, le informaron de que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera.
Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: "No podrá ser tan caradura" mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.



-¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.



-De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.


Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: "¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!" De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.



Reflexión:
Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad.
Por lo general nos inquietamos por eventos que no son reales y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca van a ocurrir.

Dice un viejo proverbio: "Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente; pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera"


Todo el material es recopilado de internet

domingo, 31 de agosto de 2014

Hacer Café






HACER CAFÉ




Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿Qué ves?"; "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Humildemente la hija preguntó: - "¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. "¿Cuál eres tú, hija? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes?", le preguntó a su hija.
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un espíritu fluido, pero después de una pérdida, una crisis, o un problema te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.

Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer y haces que las cosas a tu alrededor mejoren, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea. Esparces con tu fuerza y positivismo el "dulce aroma del café".


¿Y tú?, ¿Cuál de los tres eres?

Todos los datos son recopilados de distintas páginas de la internet.

viernes, 8 de agosto de 2014

El problema





Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo. El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese honor. "Voy a presentarles un problema dijo-. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo". Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: "Este es el problema".

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados. Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación y lo tiró al suelo.

"Usted es el nuevo guardián -le dijo el gran maestro, y explicó-: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo".



Reflexión:

Los problemas tienen un raro efecto sobre la mayoría de nosotros.- nos gusta contemplarlos, analizarlos, darles vuelta, comentarlos... Sucede con frecuencia que comparamos nuestros problemas con los de los demás y decimos.- "Su problema no es nada... ¡espere a que le cuente el mío!"

Se ha dado en llamar "parálisis por análisis" a este proceso de contemplación e inacción. ¿Y la solución?¿estás preparado para dejar de contemplar los problemas y enfrentarlos?


toda la información es recopilada de internet

sábado, 26 de julio de 2014

Las tres rejas

Seguimos con la selección de historias para pensar:

LAS TRES REJAS




El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de éste y le dice:
- Oye maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia.....
- !Espera! - lo interrumpe el filosofo - ¿ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Si. La primera es la verdad. ¿Estas seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?.
- No, en realidad no. Al contrario...
- !Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces, dijo el sabio sonriendo
- Si no es verdad, ni bueno, ni necesario, es mejor enterrarlo en el olvido.



Reflexión: Muchas veces nos preocupamos por cosas que si las pasáramos por el filtro de las “tres puertas” no merecerían la pena. Es importante valorar y reflexionar antes de gastar energía en asuntos que no lo merecen.


Todo el material es recopilado de la red

viernes, 18 de julio de 2014

Cuentos para pensar


A partir de hoy publicaremos una recopilación de cuentos que invitan a reflexionar sobre diversas cuestiones de la vida. Son cuentos populares, es probable que conozcan algunos.

Desde siempre el Ser Humano ha utilizado cuentos, parábolas y aforismos para transmitir sabiduría. Hay historias que en algunos momentos de nuestra vida pueden llegar a ser un pequeño instrumento para ayudar a abrir las puertas al conocimiento de nosotros mismos a través de la reflexión, a alcanzar nuestro potencial, a afrontar un problema y favorecer un cambio positivo en nuestra vida.

EL COLECCIONISTA DE INSULTOS
 
 Alegoría budista que transcribe Paulo Coelho.


 
Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla. Conociendo la reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.
 
Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.
 
Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
 
-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?
 
El viejo samurai repuso:
 
-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
-Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.
 
-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.
 
Nadie nos agrede o nos hace sentir mal: somos nosotros los que decidimos cómo sentirnos. No culpemos a nadie por nuestros sentimientos. Somos los únicos responsables de ellos. 


Toda la información es recopilada de internet

sábado, 5 de julio de 2014

LOS DONES DEL TRAUMA SILENCIOSO



Psicológicamente es como con las cicatrices del cuerpo: la piel es más gruesa y resistente allí donde se ha autorreparado a partir de una herida. Y existen heridas tan obvias, tan estruendosas, que no hay como ignorarlas cuando una persona describe su historia. Pero hoy quisiera mencionar otro tipo de herida: el trauma silencioso.

El trauma silencioso es aquél que quizás una persona, en primera instancia, no relataría como algo difícil que le sucedió. No es la muerte de un ser querido, una golpiza que le dieron cuando era niño, un accidente, una instancia de abuso sexual... Es eso que, si lo advirtiera, le sería inmensamente lacerante o enojoso... pero que ha quedado encubierto por la realidad cotidiana: se normalizó. Se volvió parte del escenario de los acontecimientos, más que un acontecimiento en sí.

Esto se conoce como trauma de omisión: se define como aquel tipo de situación repetitiva en la que no hay la comisión de un acto injurioso (es decir, no existe una instancia agresiva que haya sido cometida por nadie). Lo que ha dejado una cicatriz es “la ausencia de”: la ausencia de afecto, de soporte, de apoyo, de abrazo, de caricia, de contención emocional en un momento de miedo, de atención, de acompañamiento en situaciones de logro, de redes de seguridad cuando somos vulnerables...

La imagen es la del niño de cuatro años en cuya casa la regla es que “ya es grande y debe vestirse solo”, de manera que va con cualquier ropa al jardín, con el cabello mal peinado, sin que nadie siquiera lo mire antes de salir. O la imagen es la de la nena de seis que ha hecho un dibujo precioso, con todo tipo de brillos y colores, y al mostrárselo a su padre él repite su actitud de siempre: mientras lee, mira TV o habla con “un grande”, un gesto con la mano que significa, calladamente: “No molestes, estoy muy ocupado”. También la imagen es la de millones de niños que han resultado simplemente invisibles en sus casas, porque había demasiados problemas como para que se les tuviera en cuenta, o porque había una situación de duelo que absorbía toda la energía familiar, o porque, simplemente, para muchos padres ser niño es un error, y por lo tanto, hasta que se vuelvan adultos, lo mejor es que no molesten: que existan como niños de manutención emocional barata, pidiendo poco y recibiendo casi nada...

Estos niños, aunque no se les grite, aunque no se les pegue, aunque no se les ponga en penitencia, sufrirán un dolor difuso, difícil de registrar como tal: el dolor de no existir para aquellos que deberían amarlos. El punto es que... no existir ni siquiera para el maltrato es otro tipo de maltrato que, en vez de dejar la cicatriz del filo de un cuchillo, deja una que se parece más a la del ácido sobre la piel, corrosiva, esparcida y profunda.

 Recuerdo a un chico en especial cuyos padres tenían que viajar a otro país en busca de trabajo. Ese niño, -que ya no era tan pequeño- quedó impactado por ver cómo en casa nos abrazábamos tan a menudo. “Se dan un beso antes de irse a dormir!!”, le dijo a sus padres cuando regresaron, como quien cuenta una exótica rareza. Cuando mi madre le acercaba afecto, él se ponía tieso, mas no huraño, como si dentro suyo se debatiera entre recibir, hambriento, la caricia... o huir ante lo desconocido. Y lo desconocido era eso: el afecto. Muchos niños empiezan a volverse conscientes de sus traumas de omisión cuando visitan otros hogares funcionales y advierten que en esa casa las cosas no funcionan como en la suya.

Con frecuencia los humanos repetimos, y quien ha padecido traumas por omisión necesita reconocerlos para, siendo adulto, poder elegir otro tipo de estilo vincular. Pues ya sabemos que lo que no conocemos de nosotros mismos tendemos a actuarlo en conductas (en este caso eligiendo relaciones que ejerzan esa palabra tan efectiva que culturalmente se ha instalado en nuestro país: el “ninguneo”. En nosotros estará el tomar debida cuenta de esta situación, y hacernos responsables de ella para no permitir, nunca más, ser “nadie” para aquellos a quienes consideramos afectivamente “alguien”. Ponerse a resguardo de cualquier nuevo trauma por omisión.

Y, en cuanto a nuestra historia, es en mi criterio siempre indispensable tener en cuenta que, ya sea por comisión o por omisión, todos tenemos cicatrices. Y que, como decía al principio, nuestra obligación para con nosotros mismos es hacernos cargo de ellas, convirtiéndolas en recursos. Con extremo coraje (porque puede dar mucho miedo), atreverse a mirar dentro para hallar a las situaciones y personas responsables de ellas, y atravesar todo el enojo y el dolor que eso genera, hasta poder cruzar ese umbral. El umbral implica soltar el pasado -que cada vez conlleva menos peso- y volvernos dueños de nuestro presente, constructores de nuestro futuro. Apoderarnos del don que el trauma guarda para nosotros: la fortaleza de espíritu.

Johann W. Goethe lo dijo así (con estas palabras, y un abrazo, me despido):

He llegado a la conclusión aterradora
de que soy el elemento decisivo en mi vida.

Para los otros y para conmigo mismo
yo puedo ser una herramienta de tortura
o un instrumento de inspiración.

Es mi respuesta la que decide
si una crisis escala o no.
Son mis acciones las que deciden
si yo me ennoblezco o me degrado
y si humanizan o deshumanizan a los demás.

Soy el poder de mi vida...


Toda la información es recopilada de internet